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Egipto (Prehistoria y Antiguo Imperio)

Prehistoria y Antiguo Imperio.


Tiempos prehistóricos:
El Valle del Nilo fue ocupado por el hombre al principio de la Era Cuaternaria. El pedernal tallado, la piedra pulimentada y la alfarería son los únicos testimonios del Paleolítico y del Neolítico. A este último sucedió, sin brusca transición, el Eneolítico y Calcolítico, durante el cual se generalizó el uso del metal.
Los habitantes pertenecían al grupo camita y mas tarde se estableció en el país un pueblo semítico. La fusión de ambas razas constituyó el pueblo egipcio, que fue esencialmente agricultor. Esta época fue testigo, en el curso de su evolución, de un invento genial: la escritura jeroglífica, que señaló el final de la prehistoria.

Periodo predinástico:
Llamase predinástico protohistórico al largo periodo durante el cual, con el sistema jeroglífico y el calendario, se formaron los trazos distintivos de la antigua civilización del valle del Nilo. Dos estados se disputaban la supremacía: el del Bajo Egipto, que reconocía como dioses a Osiris y Horus, y el del Alto Egipto que adoraba a Set.
Los tiempos históricos comenzaron con Menes, príncipe meridional que, hacia el año 3000, unió bajo su cetro los dos reinos (Alto y Bajo Egipto). La capital fue establecida en Tinis, por lo que se llamó Tinita  a esta dinastía que gobernó durante 500 años.
La soberanía faraónica era de carácter divino. El rey, jefe del Estado, tenía poder absoluto y en torno a él se organizaban los distintos servicios administrativos. Los anales de esta época señalan varias victorias tinitas sobre los nómadas del desierto arábigo. Las razones para la guerra eras puramente económicas ya que Egipto carecía  de metales. Por eso, los reyes tinitas dirigieron sus ejércitos hacia los yacimientos auríferos de Nubia y las minas de cobre y malaquita de la Península del Sinaí.

Menfis:
Un hecho importante señaló el advenimiento de la III dinastía. Los reyes abandonaron Tinis y trasladaron la capital a las proximidades de la Muralla Blanca, construida por Menes que mas tarde habría de tomar el nombre de Menfis (men nefer, buen puerto). Las razones de este cambio fueron comerciales, pues la cercanía del mar facilitaba los intercambios con Siria y países mediterráneos.
Durante ese periodo, que comprende cerca de cinco siglos, se observó un desgaste de la monarquía, que, fundada en el absolutismo mas intransigente bajo las dinastías III y IV, acabó, después de pasar por una fase se debilitamiento con la V, en una irremediable decadencia durante la VI.

La III dinastía(hacia 2770 – 2723) llegó a su mayor esplendor con el rey Zoser, que construyó dos panteones. Uno de ellos, el de Sakkaráh es aún célebre con el nombre de Pirámide Escalonada, magnífico conjunto arquitectónico. También pertenece a esta época la célebre Esfinge de Gizeh.

La IV dinastía (2723-2563) se caracterizó por los faraones que construyeron las grandes pirámides sepulcrales, como las de Snefru, Keops, Kefré y Micerino.
Los acontecimientos de sus respectivos reinados permanecen ignorados por no haber sido encontrada la menor inscripción de la época. No obstante, las pirámides que no eran sino panteones reales, así como las estatuas de esos faraones son aún testimonio de su poder.

La V dinastía (2563-2423) era originaria, según el sacerdote e historiador egipcio Manetón, de elefantina.
Sin embargo, una vieja leyenda sitúa el nacimiento de los tres primeros reyes de esta dinastía, hijos del dios Ra y de la mujer de un pontífice, en Sokebu, poblado del Delta del Nilo.

Administración e instituciones menfitas:
El Rey, llamado dios bueno, centralizaba en su manos la dirección de todos los servicios administrativos del Estado, en cuya tarea era secundado por un ministro (visir y  juez de la gran puerta) al que se escogía  generalmente entre los príncipes  de la familia real. En lo relativo a la administración local, el país estaba dividido en nomos, bajo el mando de un nomarca , siempre hijo o nieto del soberano. En las ciudades, la justicia era aplicada por una Asamblea de Notables y en la aldea por jueces pedáneos dependientes del Consejo de los Diez Notables. Inexistente todavía la moneda, la población pagaba los impuestos en especie y los funcionarios recibían del Rey la retribución que se les debía de la misma manera.

Bajo la IV dinastía, el único censo obligatorio era el de los ganados. Las tierras, con todos sus productos, pertenecían al Faraón. Ahora bien distinguíanse dos casos: el de las tierras reales, cultivadas por los siervos de la gleba, a los cuales el Faraón concedía parte de la cosecha y el de las tierras de privilegio, que el Faraón separaba de su dominio personal, ya  en honor de una divinidad, ya en provecho de uno de sus funcionarios.
Egipto no conocía castas, toda la población servía al Rey y sus condiciones sociales estaban en relación con las funciones ejercidas. En la corte había una jerarquía de palaciegos, mientras que los artesanos y los agricultores no trabajaban por su propia cuenta sino para el Faraón, el cual les dejaba una parte de lo que ganaban para su subsistencia. Con la V dinastía se estableció la costumbre de rodear el nombre de los faraones de un círculo, luego convertido en óvalo, que se llamó “sello real” y simbolizaba la órbita solar.

Fin del Imperio Menfita:
Los reyes de la VI dinastía (2423-2263) mostraron poca autoridad frente a las ambiciones del feudalismo naciente. La mayor parte de estos soberanos fueron enterrados en Sakkaráh en pirámides diminutas, pero que contienen, grabados en las paredes de los corredores, textos religiosos. Estos  documentos poseen un valor extraordinario para estudiar la religión y la filosofía del Antiguo Imperio.
Los altos funcionarios locales se transformaron durante la VI dinastía en una nobleza feudal, cuyos intereses se opusieron desde ese momento, a los del soberano. Esta nobleza incorporó a su herencia no solo sus dignidades, sino también las tierras y siervos adscritos a la gleba. Los faraones regularizaron tal estado de cosas mediante la concesión de títulos de propiedad. Por otra parte, los privilegios religiosos, antes limitados a los dignatarios de la Corte, fueron extendidos a los señores feudales emancipados.
Bajo la VI dinastía del Valle del Nilo fue colonizado hasta la tercera catarata, de donde partieron luego hacia el sur numerosas expediciones. Estas fueron pacíficas con algunos de los reyes, como Pepi I, aunque hubo de sostener éste una guerra contra los semitas sedentarios y civilizados de Canaán, empujados hacia Egipto por el avance de una migración procedente del continente asiático. El largo reinado de Pepi II, (96 años) provocó la decadencia de la autoridad real.

Dinastía de Hierápolis:
La VI dinastía terminó, al parecer, con una revolución social, durante la cual las tumbas reales fueron violadas y los nobles desposeídos de sus bienes. La burguesía naciente aprovechó este conflicto para apropiarse del culto funerario, privilegio que le había sido negado hasta entonces.

Tras el derrumbamiento de la VI dinastía vino un período de feudalismo y no conocemos los nombres de los soberanos de la VII y VIII dinastía. Los que ejercieron el cargo de Hierápolis (2242-2160) aprovecharon la decadencia de los reyes menfitas para usurpar el trono y establecer la capital faraónica en su ciudad.


La historia de sus dinastías (IX y X) es aún poco conocida. Durante la X se expulsó del Delta a los asiáticos que se había establecido en el Nilo durante los años de revueltas. Pero fue menos afortunada la lucha emprendida contra los príncipes de Tebas, que se atribuyeron la dignidad real.

(Véase Nuevo Imperio
Hierápolis
Menfis

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Bibliografía:
-Enciclopedia Metódica (Larousse) [Tomo 1]